lunes, 2 de septiembre de 2013

En Salamanca no hay Starbucks (o mi Top Five Español)

Los domingos siempre son horribles, no importa de que lado del mundo estés. Pero si encima, el domingo te agarra del otro lado del mundo, sola, es aún peor. Por eso me incité a mi misma a combatir mi nostalgia pensando en cinco cosas que me gustan de vivir en Salamanca, o en España en general. A ver que les parece:

5. La impunidad que te da el vivir lejos y que no se conozca mucho de tu cultura popular (sacando a Maradona y Calamaro) te da la libertad de ir por la calle, con tus pintas metaleras "me quedé en los 80's" agitando la cabeza cual concierto de Slayer, mientras estas escuchas a todo trapo... "La Pachanga" de Vilma Palma y hasta te das el lujo de cantarla por la calle. Estás en una fiesta y decís: "Les voy a poner un temón de mi juventud". Y no, no es algo de Korn, es "El Polvito del amor" de Amar Azul. Eso si, me da vergüenza ponerme a escuchar Sabina... aunque quiera.
4. La seguridad, y eso que me cuesta admitir esto en Buenos Aires por si me salta algún facho con lo de "matemos a todos los negros...". La verdad que vivir en este semi pueblo al que llaman ciudad, no sólo te brinda la posibilidad de hacer todo caminando, sino que no importa en el estado que camines, a que horas y en que zona (o al menos en la mayoría), es probable que lo peor que te pueda pasar es darte la cabeza con un árbol, y me ha pasado. Acá los ladrones saben por donde van los tiros con los estudiantes y te suelen robar del bolso en un boliche en tu peor momento etílico. 
3. Lo no fashion todavía está vigente en Salamanca. Aunque existen muchos sitios así aquí, el reinado de lo  "cool" todavía no se ha instalado en esta ciudad. Cada vez que vuelvo a Buenos Aires veo que hay más y más sitios para los infumables hipsters, aunque por suerte los lugares de tango siguen rescatando a la sociedad de esas porquerías. Aquí en Salamanca, en su mayoría, los bares son como siempre lo han sido: un camarero que te atiende como el orto, el piso lleno de papelitos, los viejos borrachos de siempre, la comida no tiene buena pinta pero está riquísima y no hay boludeces con nombres en inglés o francés. Es decir, no me surgen instintos asesinos con los "restó, lounge, bistro..." y toda esa sarta de huevadas. 
2. El alcoholismo se mide con otra vara. Iba a poner esto de primero pero después mamá se preocupa, ya me preguntó la última vez que me vio si ya había dejado de beber agua y había pasado a la cerveza total. Bueno si, me gusta que aquí nadie condene tu consumo alcohólico. Es una construcción cultural española que se ha mantenido a través de los tiempos y que creo que ha mantenido a viejos de todos los tiempos, que han tomado licor desde la mañana para entrar con calor al trabajo. La última vez que estuve en Buenos Aires, entré sola a un bar de la calle Florida, me pedí una birra y no pude sacarme los ojos de encima de toda la gente del bar. Aquí venden cerveza en el bar de la facultad!!! Todo el mundo se toma su pincho con cerveza o vino a las 11, todas las fiestas populares consisten en beber, tanto es así, que cuando les conté que en las celebraciones del Bicentenario no se vendía alcohol, no lo pudieron creer. Por supuesto que tiene su lado conflictivo para algunos sectores, especialmente la juventud, pero está tan arraigado en los mayores que sería imposible modificarlo. Y, debo admitir, que no me molesta. 
1. La historia que amo, está aquí ante mis ojos. Y si, cuando me bajonea el domingo, pienso en porque estoy aquí y es porque amo la historia medieval (aunque no viviría ni loca en la Edad Media jeje). Cuando estoy triste, sólo me basta dar una vuelta por el centro y ver las torres con sus almenas, los restos de muralla, las dos catedrales, la universidad antigua, el puente romano, y se me olvidan las penas.

1 (BIS). Me olvidaba de un detalle más que importante: por lo menos no vivo en la Buenos Aires de Macri, ese nefasto personaje de la Revista Caras!!! Pero, pará un poco Sofi, si vivís en un país con autoridades medievales que salen en la Revista Hola...